martes, 7 de septiembre de 2021
sábado, 15 de mayo de 2021
domingo, 24 de septiembre de 2017
viernes, 17 de agosto de 2012
2° PREMIO EN NARRATIVA
MI CUENTO:
"María de todos"
Ingresamos
al señorial establecimiento y observamos en una de sus paredes el cuadro
de Subercasseaux que nos muestra el salón de la casona donde bellas damas
lucen vestidos bordados con mostacillas y lentejuelas; don Blas al piano;
caballeros de pie enfundados en uniformes o trajes de etiqueta. Es la
clase encumbrada del país que se dispone en un solemne acto a entonar
el Himno Nacional. El arpa, acariciada con mágicos aleteos por gráciles
manos, acompaña el sonar de las teclas blancas y negras.
De pronto en el ángulo superior izquierdo aparece, en medio de una tímida claridad, una figura menuda, aristocrática, con su traje de talle alto estilo imperio, de falda larga, la enagua bordada. Vemos el óvalo alargado de su rostro, su mirada tierna que esconde audacia, el cabello que cae armado en hermosos rizos sujetos con una cinta de seda. Con movimientos armoniosos juguetea con esa sociedad que la rodea, haciéndoles creer que pertenece a ella cuando en realidad todo sus ser vibra en una transgresión constante exteriorizando su pensamiento de libertad. ¿María?, sí, es ella.
Recordamos que la familia concibió casarla con un español mucho mayor pero ella, se concibió libre en su pensar, ¡libre! para el amor. Palabra atrevida que no se podía pronunciar porque hacerlo remitía a algo deshonesto. Era costumbre de la época; a las jóvenes sólo les quedaba aceptar o tomar los hábitos.
Regresamos a la calle Florida mas ya no figura ese nombre, ahora dice “Empedrado”. Una casa de dos pisos recubierta en mármol (incluso el aljibe), se destaca entre el fragor del gentío que va y viene; nos llama la atención, ingresamos. Un patio amplio conduce hacia una serie de habitaciones donde se escuchan gritos, gritos de gloria, ¡gritos sagrados! de los días de mayo.
Afuera el ambiente se puebla con el humo de la pólvora; los soldados hacen caracolas con sus caballos y la muchedumbre en la Plaza Mayor, levanta las manos hacia el cielo, agitando tiritas celestes y blancas. Reinan la incertidumbre, las conspiraciones. Un vendedor ambulante comenta en voz alta el éxito con que se estrenó la comedia “El Sí de las Niñas” de un tal… Moratín.
Adentro aparece la misma figura que, con gestos provocativos y ojos fulgurantes, dice: “las tropas británicas desembarcaron queriendo atemorizar a los criollos al marchar con paso fuerte y vivaz por las calles de la aldea pero desde lo alto de las casas arrojaron agua hirviendo, piedras, tiros; hasta los niños hicieron frente a las balas enemigas; con un clamor unánime de reconquista…conseguimos que los ingleses retrocedieran, los asustamos”
“De norte a sur, de oeste a este, un aire cortante atravesó las calles empedradas de la gran aldea trayendo las primeras señales de la libertad”.
De pronto en el ángulo superior izquierdo aparece, en medio de una tímida claridad, una figura menuda, aristocrática, con su traje de talle alto estilo imperio, de falda larga, la enagua bordada. Vemos el óvalo alargado de su rostro, su mirada tierna que esconde audacia, el cabello que cae armado en hermosos rizos sujetos con una cinta de seda. Con movimientos armoniosos juguetea con esa sociedad que la rodea, haciéndoles creer que pertenece a ella cuando en realidad todo sus ser vibra en una transgresión constante exteriorizando su pensamiento de libertad. ¿María?, sí, es ella.
Recordamos que la familia concibió casarla con un español mucho mayor pero ella, se concibió libre en su pensar, ¡libre! para el amor. Palabra atrevida que no se podía pronunciar porque hacerlo remitía a algo deshonesto. Era costumbre de la época; a las jóvenes sólo les quedaba aceptar o tomar los hábitos.
Regresamos a la calle Florida mas ya no figura ese nombre, ahora dice “Empedrado”. Una casa de dos pisos recubierta en mármol (incluso el aljibe), se destaca entre el fragor del gentío que va y viene; nos llama la atención, ingresamos. Un patio amplio conduce hacia una serie de habitaciones donde se escuchan gritos, gritos de gloria, ¡gritos sagrados! de los días de mayo.
Afuera el ambiente se puebla con el humo de la pólvora; los soldados hacen caracolas con sus caballos y la muchedumbre en la Plaza Mayor, levanta las manos hacia el cielo, agitando tiritas celestes y blancas. Reinan la incertidumbre, las conspiraciones. Un vendedor ambulante comenta en voz alta el éxito con que se estrenó la comedia “El Sí de las Niñas” de un tal… Moratín.
Adentro aparece la misma figura que, con gestos provocativos y ojos fulgurantes, dice: “las tropas británicas desembarcaron queriendo atemorizar a los criollos al marchar con paso fuerte y vivaz por las calles de la aldea pero desde lo alto de las casas arrojaron agua hirviendo, piedras, tiros; hasta los niños hicieron frente a las balas enemigas; con un clamor unánime de reconquista…conseguimos que los ingleses retrocedieran, los asustamos”
“De norte a sur, de oeste a este, un aire cortante atravesó las calles empedradas de la gran aldea trayendo las primeras señales de la libertad”.
A
la sombra del naranjo, su risa envuelta entre los tañidos de las campanas
y los carrillones, resuena por sobre el crujido de la madera reseca de
la mecedora en la que está instalada.
Volvemos
a la calle Florida, en su intersección con Cangallo, el comercio ubicado
en la esquina luce sus vidrieras con maniquíes que modelan ropa para
niños y adultos; blanco, mantelería, bazar, sedería, hasta indumentaria
deportiva. Dos pioneros, Alfredo Gath y Lorenzo Chaves, son sus fundadores.
Majestuoso mármol de carrara reviste su frente; un enorme vestíbulo coronado
con una claraboya; escaleras mecánicas y decanos ascensores llevan a
los ocho pisos que exhiben vestidos para fiestas, sombreros de ala saliente,
uniformes de trabajo, diseños de estilo parisino; comestibles importados,
zapatos, cortinados; un ejército, pero ahora de expertos empleados,
muestran sus bondades.
Llegamos a la confitería de la gran tienda donde divisamos desde su terraza, el pujante desarrollo de la ciudad. De pronto con una ligera risa se hace presente nuevamente la imagen, ahora con una blusa de encaje que combina con su falda larga, escondiendo parte de su rostro detrás del abanico de tela pintada y ciñendo su cabello con un peinetón de carey con incrustaciones de nácar.
Monologa: “Don Cecilio Sánchez quiso casarme con Diego del Arco, del cual me separaba un abismo en cuanto a edades y me opuse con fiereza. Desde el convento donde estuve encerrada envié una carta al virrey explicándole mis sentimientos y suplicando protección y justicia. El monarca tras largas audiencias, falló a mi favor. Luego de un año, venciendo prejuicios, costumbres y tradiciones de la época, obtuvimos con Martín Thompson la dispensa eclesiástica y la de la autoridad militar para contraer enlace. En ese lapso murió mi padre sin variar su postura y mi madre Magdalena Trillo, muy a su pesar y muy a destiempo bendijo la unión. Contrajimos matrimonio entrelazando nuestros corazones en una hermosa historia de amor, devoción y cariño”.
Un nuevo alboroto, también son niños, esperan para ver a los Reyes Magos. Aquéllos que guiados por la estrella de Belén llegaron al sitio donde había nacido Jesús. Melchor le ofrendó oro, Gaspar incienso y Baltasar mirra.
En el brillo de esa misma estrella se destaca una elegante figura de mujer que entre sus manos aprieta un fajo de “reales” con los que ayudó a gestar el cambio institucional del Territorio del Río de la Plata cobrando así vida una nueva nación.
Otra vez la Plaza de Mayo rozando con la historia del país. ¿Adónde va esa gente, ¿por qué corre? El pueblo que antiguamente afirmara su entidad se vuelca hacia ella en tropel; la agitación es muy grande, se ha difundido la noticia: “…inmenso dolor... el fallecimiento de Juan Domingo Perón…”
Llegamos a la confitería de la gran tienda donde divisamos desde su terraza, el pujante desarrollo de la ciudad. De pronto con una ligera risa se hace presente nuevamente la imagen, ahora con una blusa de encaje que combina con su falda larga, escondiendo parte de su rostro detrás del abanico de tela pintada y ciñendo su cabello con un peinetón de carey con incrustaciones de nácar.
Monologa: “Don Cecilio Sánchez quiso casarme con Diego del Arco, del cual me separaba un abismo en cuanto a edades y me opuse con fiereza. Desde el convento donde estuve encerrada envié una carta al virrey explicándole mis sentimientos y suplicando protección y justicia. El monarca tras largas audiencias, falló a mi favor. Luego de un año, venciendo prejuicios, costumbres y tradiciones de la época, obtuvimos con Martín Thompson la dispensa eclesiástica y la de la autoridad militar para contraer enlace. En ese lapso murió mi padre sin variar su postura y mi madre Magdalena Trillo, muy a su pesar y muy a destiempo bendijo la unión. Contrajimos matrimonio entrelazando nuestros corazones en una hermosa historia de amor, devoción y cariño”.
Un nuevo alboroto, también son niños, esperan para ver a los Reyes Magos. Aquéllos que guiados por la estrella de Belén llegaron al sitio donde había nacido Jesús. Melchor le ofrendó oro, Gaspar incienso y Baltasar mirra.
En el brillo de esa misma estrella se destaca una elegante figura de mujer que entre sus manos aprieta un fajo de “reales” con los que ayudó a gestar el cambio institucional del Territorio del Río de la Plata cobrando así vida una nueva nación.
Otra vez la Plaza de Mayo rozando con la historia del país. ¿Adónde va esa gente, ¿por qué corre? El pueblo que antiguamente afirmara su entidad se vuelca hacia ella en tropel; la agitación es muy grande, se ha difundido la noticia: “…inmenso dolor... el fallecimiento de Juan Domingo Perón…”
Las
Grandes Tiendas están en penumbras, nada queda del cuadro ni del estilo
parisino; hasta los reyes, a pesar de ser magos se eclipsaron. La desazón
nos invade. Exhalamos un suspiro murmurando: “Mariquita”… pero ya no
aparece.
Frente
al ventanal de la vida nos damos cuenta que esa dama fue una mujer políticamente
activa marcando un hito en la historia argentina con su lucha por la
libertad de decisión de las mujeres, por sus dotes de anfitriona nacional,
por su audacia.
María
de Todos los Santos Sánchez fue de todos y para todos.
Su
imagen nos envuelve, su recuerdo nos acompaña, la bruma que opacó la
tímida claridad nos atrapa llevándonos lejos, muy lejos; y entre su cortina
de humo resuena una y otra vez el argumento de un tal…Moratín.
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